‘Pelos en la lengua'
Quien no tiene pelos en la lengua dice lo que piensa, habla supuestamente sin rodeos ni cortapisas, dice lo que la cortesía, a otra persona tal vez, le haría callar y a menudo dice lo primero que se le pasa por la cabeza y sus palabras pueden herir. Pelos en la lengua describe la experiencia de alguien que, habiendo accedido a la necesaria instrumentalización del lenguaje para hacerse entender, siente sin embargo la ambigüedad del lenguaje, como cuando con la fiebre se le hincha a una la lengua en la boca y parece ser demasiado grande para hablar. Y, en otro orden, peor aún: apunta hacia una consciencia que sabe que entre las palabras y las cosas hay una brecha infranqueable, que hablar no garantiza el acceso a la realidad, que no somos nosotros los que hablamos, sino que es más bien el lenguaje el que nos habla a nosotros.