Javier Torices
En sus pinturas de rocas resbaladizas, espuma y agua, no representa un retrato fortuito, sino las formas que el mar le revela. En diferentes momentos y distintas ubicaciones, mientras contempla y reflexiona en detalle. A través del proceso de ignorar ciertos elementos del paisaje real y agregar algunos de su propia imaginación, de pararse en el mismo lugar y contemplar durante horas, es capaz de crear las composiciones más expresivas y personales, en el que nada se deja al azar. El resultado es un paisaje que ha sido observado, asimilado y reinventado. Un lugar real que ha sido transformado por sus ojos en un diálogo que invita a aquel que lo contempla a convertirse en partícipe.