Jorge Fuembuena

Jorge Fuembuena - El final de las catedrales

Técnica: Impresión cromogénica montada sobre diasec

Biografía del Artista: Becario artista de La Casa de Velázquez ( Acadèmie de France à Madrid). Es profesor de fotografía en la Escuela Sur ( Fundada por La Fábrica y el Círculo de Bellas Artes de Madrid), en el Máster Internacional Photoespaña ( PIC.A) y en el Istituto Europeo di Design ( IED) y ha impartido numerosas Masterclass en Universidades como Nebrija, Carlos III, TAI o Arte10. Ha sido invitado como ponente en el Seminario de Fotografía de Albarracín o a los Encuentros de Fotografía de Gijón.

 

El título lo anuncia sin ambigüedades. Y desde ese momento, en esta serie de fotografías lo que podría ser el testimonio de la belleza no es mas que su testamento; y lo sublime, ese desbordamiento emocional que surge de nuestra experiencia contemplativa ante un paisaje, nos embarca en una deriva inexorable hacia la melancolía. Jorge Fuembuena ha elegido un territorio colindante con lo mítico, el del glaciar Jakobshavn (Sermeq Kujalleq), para acometer un empeño de resonancias románticas: el seguimiento y el registro preciso de los desplazamientos de esa enorme superficie que vaga errante por el hemisferio norte, envuelta en una luz que se desentiende de la cronología del día y la noche. Una masa de hielo ancestral que es, simultáneamente, un lugar primitivo y un territorio incierto, donde la morfología mutante de su paisaje se rige por un azar cuyos parámetros nadie conoce, porque nadie los ha descrito. El glaciar es un espacio que, representado en imágenes, pone en crisis la percepción que tenemos de su escala. En su hielo no existen elementos reconocibles que nos aporten una pista sobre sus dimensiones; y sin esa información extra nuestra visión solo puede aventurar conjeturas respecto a lo que parece una vista aérea, pero que tal vez sea un conjunto de pequeños fragmentos helados. Estas fotografías no aportan certezas, aquí lo único cierto es la inminencia de su desaparición. Conocer ese territorio, abarcarlo, es una aspiración vana, porque no solo sus formas son efímeras, también su ubicación. Las anotaciones topográficas latitud, altitud, longitud, etc.- ilustran una voluntad que ha perdido la batalla antes de comenzarla. Aceptar la imposibilidad de cartografiar lo que no tiene fronteras y, sin embargo, insistir en esa obsesión es una manera de asumir nuestra imperfección, de comprender que navegamos al pairo, incapaces de gobernar el presente y menos aun el futuro. Tal vez esa empresa ilógica sea solo la denotación de las dualidades -vida y muerte, orden y caos, realidad y ficción- que coexisten en ese glaciar que Fuembuena ha convertido en espacio metafórico: un lienzo en blanco donde escribir su relación con la naturaleza. Y para expandir semánticamente esas reflexiones, se sirve de un color y de una luz que invitan a experimentar emocionalmente el paisaje. Somos lo que vemos, debieron pensar los paisajistas norteamericanos –pintores y fotógrafos- del siglo XIX ante la espectacularidad de los espacios naturales: vírgenes y majestuosos. A través de ellos podían simbolizar la tierra que dios había reservado a su pueblo elegido. La épica de los pioneros americanos utilizó el paisaje como escenario del paradigma protestante: el Hombre como dueño y señor de la Naturaleza. Tiempo después, el catálogo de ruinas que esa soberbia ha generado está en el sustrato del proyecto de Fuembuena. Estas silenciosas fotografías sugieren esas catástrofes y exhiben la posición del autor respecto a la ecología, pero sobre aspiran a demostrar que si somos lo que vemos, lo que vemos también debería poder cambiar la percepción de lo que somos. Alejandro Castellote