Las imágenes, compañeras inevitables del desarrollo humano. Ideas que adoptan formas de objetos para convertirse en bienes de intercambio y propagan- da. Madera tallada, piedras pulidas y metales fundidos funcionan culturalmente para instituir relaciones de comunidad. Han adquirido valor para ejercer transac- ciones comerciales, organizar grandes sociedades o representar seres divinos inal- canzables; pero todo ello a cambio de tomar la misma vida que la de sus creadores. ¿Qué tienen los objetos para compartir nuestro mundo?

Dentro de esta entropía, el artista Alex Gambín indaga y escoge una in- tersección atravesada por la heterogeneidad que refleja este debate: los traslados de objetos artísticos, entre los que se encuentran los de la colección del Museo del Prado, frente a la Guerra Civil Española; un plan para alejar el fuego que pare- cía amenazar con arrastrar todo al olvido. ¿Son estos objetos patrimonio cultural o representaciones de poder? A lo largo de esta propuesta expositiva se recopila toda clase de estrategias administrativas en favor de un autodenominado ejercicio de prevención. Mediante el dibujo, el artista traza grandes figuras embaladas, ca- rros, camiones o personas mecanografiando sin descanso. Un titánico dispositivo de instrumentalización archivista a contrareloj que Gambín fragmenta. Un reco- rrido por los fantasmas de la guerra que atenaza con la amenaza de la pérdida de imágenes.

Estas pugnas han hecho correr ríos de tinta mucho antes de la prohi- bición iconoclasta del Concilio de Hieria (754), respondida por la iconodulía del II Concilio de Nicea (787), una batalla por la necesidad de la representación. Se abría la posibilidad de la época de la imagen del mundo, la persecución por comprender la mediación de los imaginarios; de observar cómo las creencias se encarnaban cons- truyendo hegemonías, piezas que figuran idearios políticos y culturales. Objetos que son protegidos para salvaguardar la herencia implícita que suspira desde su interior, colecciones que confluyen en un sinfín de constelaciones que estructuran nuestros registros históricos; materiales transformados en cuadros, esculturas, tapices, libros o cualquier superficie capaz de hablar por sí misma. En ese frenético movimiento es donde Gambín analiza las imágenes que interpretan objetos ¿Por qué suscitan estas obras tanta veneración? ¿Qué se esconde tras la magnitud de estos traslados durante el conflicto español? Las falsas promesas de perpetuar la inmortalidad de una cultura a pesar de todo. Hemos aceptado una economía visual que dota de todo el valor incalculable a estas colecciones para proteger nuestras apariencias, de defender las formas en las que nos proyectamos como sociedades. Así es como se cumplen las profecías: dándole la mano a la piedra, al fuego y a la madera. La exposición muestra cómo los objetos hablan de nuestras maneras de compartir este mundo, susurrando que las imágenes han llegado a ser más reales que nosotros mismos.